Joana Niemand (2011) forma parte de una trilogía de obras de teatro social compuesta además, por La hipoteca de nuestra vida (Ñaque, 2014) y The Seer (2013), que habla de la posibilidad de que las pensiones sean suprimidas.
Joana es una mujer corriente, como todas y cada una de nosotras y nosotros, una doña nadie, como me dice su autora, que es lo que significa su apellido en alemán. Joana es la Mujer al principio de este dramático monólogo lleno de lirismo y violencia, víctima de la crisis económica que asoló España desde la primera década de este siglo y cuyas consecuencias -a pesar de que haya quienes lo nieguen- seguimos padeciendo. Quienes se empobrecieron, perdieron su casa o su trabajo en esa época y no han vuelto a recuperarse, ni económica ni moralmente.
El monólogo de La Mujer nos conduce a sus terribles padecimientos consecuencia trágica de su desahucio y su irremediable mendicidad, hasta llegar al terrible desenlace de perder al hijo que portaba en su seno.
Joana se encuentra en un estado extremo de sufrimiento a causa de su soledad, la violación y las palizas que ha sufrido solo por ser pobre, de manera que su monólogo dramático se torna una corriente de conciencia que, como proyección de su interior, se expresa con gran lirismo.
El testimonio de Joana nos enfrenta con una realidad que nos parece lejana: puede pasarnos a cualquiera, perder nuestra casa y, después, no hay posibilidad de recuperarse, la marginalidad se pega a la piel, al pelo, a las ropas y se convierte en el estigma que pasa a formar parte de su identidad:
Apareció entonces frente a mí la imagen de una mujer, reflejada en el vidrio del comercio. Sus zapatos, cubiertos de barro y manchas húmedas. En sus piernas, de una claridad blanquecina, se había incrustado ya la mugre de la calle.
Al principio, nos sumergimos en los sueños e ilusiones de Joana, una mujer con una gran sensibilidad a la que Carmen Viñolo ha dotado de una hermosa expresión lírica:
"Me sumergí en el agua y nadé con la vehemencia de una sirena que hubiese permanecido demasiado tiempo en una pecera".
Vivimos su especial historia de amor con Paco, el compañero que le inicia en la vida en la calle, que la lleva de la mano por los vericuetos de la cotidianidad en los márgenes, padre de la criatura que lleva en su vientre y que, finalmente, le arrebatará la calle.
La autora nos conduce a este terrible final después de internarnos por la vitalidad de Joana representada en las preciosas imágenes con las que nutre sus pensamientos. Frente a esta ficción en la que Joana se evade, la humillación de la caridad ("Tenga, buena mujer, me decía aquella vieja de cabellos alborotados [...] Me traía leche, cuando yo lo que necesitaba era vino. Como si fuera yo un niño de teta"), la muerte de Paco o el cruel y devastador suceso de la violación grupal que sufre y a la que tiene que enfrentarse con su marginalidad, con la ausencia total de amparo, protección o justicia. Sin embargo, no existe mayor desamparo ni desesperación que el terrible final del aborto espontáneo por el que Joana, como consecuencia de las inhumanas condiciones de vida que tiene que soportar, fruto del supuesto desarrollo económico que necesita de la expoliación y asesinato de los pobres .
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