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  • Foto del escritorPilar Jódar

Mestiza, de Julieta Soria

Ediciones Antígona, 2019. Pról. Yayo Cáceres; Intr. Gloria Muñoz.


 La revisitación de la Historia por parte de los vencidos o de sus protagonistas más marginales es un tema que caracteriza el teatro español actual, Dentro de este asunto, destaca entre nuestras dramaturgas la recuperación de figuras femeninas históricas, que se vincula con la reivindicación feminista de establecer referentes que contribuyan a desterrar los falsos mitos de "no había mujeres" o "no valían". Ejemplos de esta tendencia pueden ser: 365 Women a Year (pról. Yolanda García Serrano), La tumba de María Zambrano, de Nieves Rodríguez Rodríguez, Techo de cristal, de Laura Rubio Galletero, La guerra según Santa Teresa, de María Folguera, Mary para Mary, de Paloma Pedrero, por citar algunos ejemplos En este caso, Julieta Soria, a partir de la idea de Yayo Cáceres, rescata a Francisca Pizarro, hija y sobrina de conquistadores, una de estas mujeres a quien la Historia debería dedicar un capítulo. La acción dramática comienza con la protagonista en su casa, encerrada voluntariamente, humillada por los continuos rumores que la tachan de loca pero, sobre todo, después de haber recibido el calificativo de mestiza escupido como un insulto. Recibe, en este punto, la visita de un joven Tirso de Molina que necesita una historia que devuelva el prestigio a la empresa evangelizadora de la Conquista ante la irrupción de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de fray Bartolomé de las Casas, que sacaba a la luz toda clase de vergonzosos abusos y crímenes. Así que acude a visitar a Francisca pensando que ella le ilustrará sobre sus antepasados pero, en realidad, le descubre una parte no contada de la Historia. Francisca necesita contar su historia y esto le llevará por un proceso de instrospección que la volverá a reunir con su origen, simbolizado en la recuperación de la lengua quechua, su lengua materna. Así, mostrará que se puede ser cristiana y pagana, española y peruana y que esa, es en realidad, la historia de la Conquista.

FRANCISCA.- Yo ya lo sabía. Que cuando hablas nunca hay nadie al otro lado. Por eso escogí el silencio. Pero de mi garganta salieron incontenibles todas esas voces atascadas, como si les hubieran nacido de repente, alas de cóndor […]. Cuando bajé de aquel barco en España decidí borrar mi vida anterior. Era la única manera de sobrevivir en el exilio. Ahora, al hablar con ese cura y al recordar las palabras, la bruma ha ido levantándose y yo quiero recuperar la tierra donde nací.

De este modo, la obra es el proceso de investigación y documentación de Tirso para esa obra que pretende revalidar la visión triunfalista de la Conquista, pero es también el viaje de Francisca Pizarro, la introspección hacia su orígenes, su reconciliación con su identidad mestiza. Esta personalidad histórica a medio camino entre dos mundos es quien mejor puede servir de revulsivo para desmantelar el oficialismo fanático y reconstruir una Historia más cercana a la verdad objetiva, sin olvidar ninguna y ninguno de sus protagonistas, lejos de los discursos oficiales que se empeñan en elevar a los altares a su padre y sus tíos -Francisco, Gonzalo y Hernando, "Los Pizarro"-. No obstante, tampoco va a ser esta la ocasión en que Francisca Pizarro consiga que se escuche su voz ("¡Adios, papel protagonista!", exclama). Por lo visto, poco importan las gestas de una mujer mestiza por conseguir su independencia y recuperar su dignidad, frente al expolio perpetrado por sus familiares varones.

FRANCISCA.- Las mujeres fueron utilizadas como esclavas, sirvientas y mancebas de los señores de la Conquista. Y las que eran de familia noble fueron usadas para crear lazos de parentesco y alianzas. Atahualpa, el gran inca, para negociar con mi padre le regaló a su propia hermana. [...] Más tarde quiso casarse con una princesa inca de mayor alcurnia y se la cedió a otro español, su paje.
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